lunes, 23 de abril de 2007

Methŏdus 1.0


Los que se enamoran de la práctica
sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula,
que nunca podrán saber a dónde van.
Leonardo Da Vinci
La voz popular dice que ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre... No cabe duda que siempre la sabiduría popular mexicana es deslumbrante en todos los sentidos. Cuando uno está aprendiendo o enseñando una lengua, siempre buscamos, al menos como profesores y estudiantes, encontrar el mejor método para hacer asequible la lengua meta. Sin o con embargo, muchas veces en la infranqueable búsqueda por lo mejor, uno termina casándose con una teoría y con una serie de tareas. Y así, paulatinamente, uno se olvida de seguir buscando o creando nuevas formas de enseñanza y aprendizaje: nos quemamos o simplemente nos apagamos. Por ende, he de decir que no todas las teorías ni todas las tareas se adecuan a nuestras necesidades e intereses. Ojalá, aunque no lo deseo del todo, las cosas fueran más sencillas; pero, no. Sin embargo, llegar al justo medio siempre tiene su encanto y astucia. Tanto un alumno como un profesor competente es aquel que tiene la capacidad y la eficacia para discernir entre un cúmulo de teorías y prácticas para aplicarlas a situaciones reales y cotidianas.
No hace mucho tiempo, para ser exactos unos seis meses atrás, empecé mis clases de catalán. Sinceramente confieso que han cumplido mis expectativas y me he sentido muy contento con ellas. Tal vez se han conjugado varios factores que al parecer se adecuan mucho a mis necesidades, por ende me siento muy tranquilo y contento. Prueba de ello son mis progresos con esta lengua romance, los cuales se han visto satisfactoriamente reflejados en mi diario interactuar. Estos avances los atribuyo mucho a que las clases han girado en torno a una enseñanza con un enfoque de la lingüística textual. Es decir, hay un mayor interés por el enfoque comunicativo. Esto ha permitido que el estudiante -en este caso yo- pueda participar de forma activa e inductivamente sobre los distintos tipos de discursos que se deben de adoptar en circunstancias específicas y diversas. Uno de los detalles que me ha gustado muchísimo es el tipo de teoría psicológica que se ha adoptado para este curso: la psicología cognitiva. Esta teoría ha permitido que en ciertas actividades nos demos cuenta de tres factores importantes: primero, que ante una circunstancia especifíca (comprar frutas y verduras en el supermercado) hay varias estrategias posibles para hacerlo, no hay una única manera, sino que nos podemos valernos de diversos recursos; segundo, que cualquier conocimiento adquirido puede codificarse y establecer comparaciones con otros; tercero, la integración de nuevos conocimientos y estructuras al conocimiento previo y la aplicación de éste en contextos reales.

martes, 17 de abril de 2007

Exspectātum 1.0

(Foto de Eduardo "Edo" G. Tamayo)

El secreto de la educación es enseñar a la gente
de tal manera que no se den cuenta
de que están aprendiendo hasta que es demasiado tarde.
Harold E. Edgerton


El alba dulce trae consigo un par de cirrus, un vientecillo gélido, miles de tibios rayos de Sol y la infalible esperanza. La mezcla de la primera luz del día antes de salir el Sol y la indefectible esperanza avivan la emoción y el sentimiento de que aquello que fue soñado alguna vez es posible hoy. Aquel que ha visto y sentido un amanecer no puede negar que es una de las experiencias más gratificantes y placenteras. Así con este primer regalo, un sencillo amanecer, el día entero se colma de sonrisas y expectativas.

Siempre he considerado al inicio de un curso académico como el alba dulce. Un momento crucial para que se gesten factores imprescindibles para el desarrollo satisfactorio del alumno. De este curso que apenas comienza y de los que vendrán en años posteriores espero que las clases se conviertan en experiencias gratificantes y que exploten tanto el ámbito intelectual y racional así como el potencial creativo de forma integrada en las diferentes habilidades lingüísticas (hablar, escuchar, leer y escribir). También me parece necesario que en un curso se enseñen hábitos de aprendizaje autónomos y de autodirección.

La metodología que me gustaría que se empleara para que todos estos factores comulguen en armonía durante el curso sería la que he osado denominar el alba dulce. ¿Cuál es? La respuesta es muy sencilla: te levantas muy temprano, antes de que despierte el día -por supuesto-, y esperas un rato, cuando veas el amanecer, disfrútalo, no te pierdas ni un instante de él, y cuando veas que el Sol ha salido completamente, sin que te hayas dado cuenta habrás vivido una experiencia increíble, el alba dulce. Sé, como Harold E. Edgerton, que «El secreto de la educación es enseñar a la gente de tal manera que no se den cuenta de que están aprendiendo hasta que es demasiado tarde.» Es decir, viviendo el conocimiento, hasta que un día sabes sin querer que has vivido, experimentado y conocido.

lunes, 16 de abril de 2007

Experientĭa 1.0


Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías;
breve y eficaz por medio de ejemplos.
Séneca
La experiencia tiene ese gesto amable y noble de ser acumulativa y colectiva. Así mi experiencia tanto de profesor de español como lengua materna y segunda lengua proviene mucho más allá de lo que inicialmente imaginaba. Quizá al reflexionar una y otra vez sobre cómo y cuándo fui adquiriendo experiencia en enseñar lenguas, mis recovecos del pasado me llevaron bastante lejos. Quiero confesar que debo carinosa, incondicional y amorosamente mis primeros ejemplos de enseñanza de lenguas a mi madre, quien -además de enseñarme breves y eficaces ejemplos para la enseñanza- me otorgó la lengua con la que me he comunicado durante la mayor parte de mi vida: el español. Martha, mi madre, era profesora de educación básica para niños quienes tenían dificultades de aprendizaje debido a ciertas discapacidades. Ella fue quien me enseñó que la paciencia, la nobleza, la entrega y el trabajo duro ayudan mucho -muchísimo- para que el camino de la enseñanza sea eficaz, aunque, dentro de todo, particularmente recuerdo una frase que aplico cada vez que entro a un aula: "Gilmar, haz que tus clases transformen a tus estudiantes en alumnos exitosos, haz que tus alumnos desarrollen la capacidad de aprender. Con una actitud positiva y motivante, lograrás desarrollar en tus alumnos la confianza en sí mismos para adquirir el conocimiento".
Mi vida como docente empezó rauda y vertiginosamente, situación de la que estoy muchas veces sorprendido y muy agradecido. Cuando estudiaba la licenciatura en Lenguas y Literaturas Hispánicas en la UNAM, tuve la oportunidad en varias ocasiones de sustituir al Dr. Juan López Chávez en la materia de Introducción a la Lingüística. Éste fue, para mí, casi el primer contacto como profesor de una materia en particular, aunque la experiencia total llegó por obra del destino un par de años más tarde. Dice la voz popular que los detalles y las cosas más importantes de la vida te llegan sin que tú las esperes, pues, parece que es cierto. Inmediatamente después de terminar la licenciatura, a la mitad de mis 22 años, di una de mis primeras clases de lengua en una prestigiosa universidad mexicana: el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). La materia que impartí en dicha institución tenía el nombre de Redacción Básica. Aquel momento tan circunstancial en mi vida académica fue un momento crucial para iniciarme en el ámbito docente y para forjar mi carrera académica. Después de ese primer llamado, en los años posteriores hasta antes de comenzar el programa Doctoral en Comunicación Multilingüe en la Universitat Pompeu Fabra (UPF), me dediqué plena y profesionalmente al ámbito de la enseñanza y aprendizaje del español como lengua materna y segunda lengua, impartiendo clases en otras instituciones: en el bachillerato Tomás Alva Edison (TAE), di clase de Lengua Española y Redacción; en la Universidad Panamericana (UP), la materia de Redacción y Español para Extranjeros.