
Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías;
breve y eficaz por medio de ejemplos.
Séneca
La experiencia tiene ese gesto amable y noble de ser acumulativa y colectiva. Así mi experiencia tanto de profesor de español como lengua materna y segunda lengua proviene mucho más allá de lo que inicialmente imaginaba. Quizá al reflexionar una y otra vez sobre cómo y cuándo fui adquiriendo experiencia en enseñar lenguas, mis recovecos del pasado me llevaron bastante lejos. Quiero confesar que debo carinosa, incondicional y amorosamente mis primeros ejemplos de enseñanza de lenguas a mi madre, quien -además de enseñarme breves y eficaces ejemplos para la enseñanza- me otorgó la lengua con la que me he comunicado durante la mayor parte de mi vida: el español. Martha, mi madre, era profesora de educación básica para niños quienes tenían dificultades de aprendizaje debido a ciertas discapacidades. Ella fue quien me enseñó que la paciencia, la nobleza, la entrega y el trabajo duro ayudan mucho -muchísimo- para que el camino de la enseñanza sea eficaz, aunque, dentro de todo, particularmente recuerdo una frase que aplico cada vez que entro a un aula: "Gilmar, haz que tus clases transformen a tus estudiantes en alumnos exitosos, haz que tus alumnos desarrollen la capacidad de aprender. Con una actitud positiva y motivante, lograrás desarrollar en tus alumnos la confianza en sí mismos para adquirir el conocimiento".
Mi vida como docente empezó rauda y vertiginosamente, situación de la que estoy muchas veces sorprendido y muy agradecido. Cuando estudiaba la licenciatura en Lenguas y Literaturas Hispánicas en la UNAM, tuve la oportunidad en varias ocasiones de sustituir al Dr. Juan López Chávez en la materia de Introducción a la Lingüística. Éste fue, para mí, casi el primer contacto como profesor de una materia en particular, aunque la experiencia total llegó por obra del destino un par de años más tarde. Dice la voz popular que los detalles y las cosas más importantes de la vida te llegan sin que tú las esperes, pues, parece que es cierto. Inmediatamente después de terminar la licenciatura, a la mitad de mis 22 años, di una de mis primeras clases de lengua en una prestigiosa universidad mexicana: el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). La materia que impartí en dicha institución tenía el nombre de Redacción Básica. Aquel momento tan circunstancial en mi vida académica fue un momento crucial para iniciarme en el ámbito docente y para forjar mi carrera académica. Después de ese primer llamado, en los años posteriores hasta antes de comenzar el programa Doctoral en Comunicación Multilingüe en la Universitat Pompeu Fabra (UPF), me dediqué plena y profesionalmente al ámbito de la enseñanza y aprendizaje del español como lengua materna y segunda lengua, impartiendo clases en otras instituciones: en el bachillerato Tomás Alva Edison (TAE), di clase de Lengua Española y Redacción; en la Universidad Panamericana (UP), la materia de Redacción y Español para Extranjeros.
5 comentarios:
Gilmar ¡enhorabuena por tu blog!.Me parece muy acertado lo que te comentaba Martha, tu madre.Parece evidente que hay que motivar en clase, pero "transformar a los alumnos" supone creer en que todo el mundo puede llegar a aprender lo que se proponga y tiene suficiente capacidad. Lo más importante es enseñar al alumno a aprender y reforzar su autoestima. Ese filtro afectivo entre profe - alumno hace que tu capacidad de aprender aumente.
Al leer tu blog, volvieron a mi cabeza muchos recuerdos de mi niñez... había olvidado cuánto disfrutaba de las aulas cuando era docente y, finalmente, creo que esa conexión la tuve desde mi niñez cuando mi madre daba clase de español a los chicos de secundaria: ¡cuántas mañanas pasé en esas aulas con chicos de sueter verde, chicos que me cuidaban cuando era niña, que me quería conocer cuando era adolescente y que me escuchaban cuando yo me convertí en su profesora.
Había olvidado cuántas tardes en familia se dedicaban a las experiencias de los alumnos y cómo esa preocupación porque aprendan sale de las cuatro paredes del salón.
De verdad, gracias por llevarme de vuelta a ese lugar donde todos los días eran ricos, motivantes y diferentes.
Una de las maravillas que comprendí al dar clases, fue a escuchar a los que saben más que yo. Al ser maestro mejoré como alumno. Eso fue harto revelador
gilmar, tienes razon, lo mas importante es dar el gusto, el placer de aprender. Al final no importa que sea clase de biologia, lettras, informatica o lenguas... El placer de aprender, de descubrir algo diferente con ganas, sin medio es lo primordial, y ayuda tanto a la tolerancia...
Mario, tienes razón otro factor importante a tomar en cuenta al dar una clase es reforzar el vínculo profesor-alumno. Este detalle ayuda tanto al alumno reforzando su autoestima y al profesor aumentando la capacidad de aprender.
Laura, gracias por leerme y enhorabuena por haberte hecho recordar buenos momentos. Es cierto, hay que procurarse lugares donde se discuta la preocupación porque los alumnos aprendan más.
Pato, escuchar es una de las actividades que no siempre hacemos bien. Siempre hay personas que saben más que uno. Y así es... Para que te escuchen hay que escuchar primero.
Lucile, así es siempre hay que tener la ilusión por aprender. Hay tanto que conocer y descubrir que uno no se puede uno quedar quieto.
Publicar un comentario