Baruch de Spinoza
Con el examen en las manos y éstas mojadas producto del nerviosismo, la mayoría de mis compañeros pusieron su nombre en la evaluación y comenzaron a contestar el examen: lo de siempre. No repararon en un detalle que, ahora sé a la distancia de los años, me salvó. El examen en la parte superior tenía el logo de la universidad y debajo de éste estaban tanto el nombre del profesor como el de la asignatura. A posteriori, había dos instrucciones en negrillas: Primero lea atenta y cuidadosamente todo el examen. Segundo, por favor no conteste el examen hasta leer la tercera instrucción. Después de las dos instrucciones, aparecía un espacio en blanco para el nombre del alumno y a continuación las 120 preguntas del examen.
La mayor parte de mis compañeros se limitaron sencillamente a contestar el examen: hicieron caso omiso de las instrucciones u olvidaron leer "bien"... Mi situación fue distinta, me di a la tarea de leer todo el examen y esperar la tercera y famosa instrucción. Después de 15 minutos de lectura de cada una de las preguntas y de observar que todas eran perfectamente contestables, la tercera instrucción estaba ahí, aguardando mi lectura al final del examen. Tercero, escriba su nombre completo en el espacio en blanco asignado en la primera hoja y después, sin ninguna pregunta contestada, entregue el examen al profesor. Si usted ya ha contestado el examen, lo siento... Ha reprobado la materia y tendrá que presentarse a un segundo examen. El siguiente examen se aplicará en la fecha que está puesta en la pizarra. Se le recomienda que aprenda a leer. Gracias. Escribí mi nombre completo en el examen y se lo entregué al profesor: aprobé la materia. Resolver los problemas en el momento adecuado con la sabiduría, la genialidad y la inteligencia necesaria es resultado de que has aprendido: te gradúas porque ya sabes cómo, por qué y para qué.
NOTA: «Más que concebir la evaluación como un proceso que lleva a cabo una persona, el profesor, por ejemplo, sobre otra, el alumno, se ve como un proceso de doble dirección que supone la interacción entre ambas partes. El papel del asesor consiste entonces en entablar diálogo con la persona que está evaluando para descubrir su nivel actual de rendimiento en cualquier tarea, y en compartir con ella las formas posibles de mejorar ese rendimiento en posteriores ocasiones. De este modo, se considera que la evaluación y el aprendizaje no están separados, sino que son procesos profundamente ligados» (Williams y Burden: 1999, 51).
WILLIAMS, M. y R. L. Burden (1999). Psicología para profesores de idiomas. Enfoque del constructivismo social. Cambridge: Cambridge University Press.